La Hache es la letra estirada del diccionario. Consume tinta pero no aporta. Aunque deja patente su presencia, nos tiene retirada la palabra. No trabaja, mas ¡pobre del que se olvide de su cuidado! Su utilidad es cribar el grano de la paja. Separa a los hombres de colegio de los hombres de instituto, pues su porte es aristocrático.
Siempre está ahí, en el plan de educación, en las palabras que han de aprender los niños con tesón, como si su función quedara fuera de toda duda. Y ése es el parecer de la Hache. No sólo piensa que es imprescindible en nuestro diccionario; no sólo lo piensa: lo sabe ¿Por qué no habla?: para dejarnos claro hasta qué punto se lo permitimos. Tiene un sillón en el abecedario por derecho nobiliario.
Hay que reconocer su belleza. Como un collar de perlas, se admira. Es pura afectación. Ganas de demostrar. Prestancia inútil. Pero no hay espacio en nuestro idioma racional para los lujos. Ni en nuestra cultura negra y triste:
Claro, que si el collar, en vez de perlas, es de ridículos volantes de tela blanca, entonces no es afectación ni nada que se le parezca…
Esta letra debe desaparecer por su manifiesta inutilidad. Se mantendrá, provisionalmente, en el fonema ch, pero cualquier otro uso no está justificado y supone un derroche de tinta, energía y papel. En resumen: mantener la Hache en el abecedario es escribir por encima de nuestras posibilidades.
Bonito, entretenido e imaginativo el artículo. Mi enhorabuena.
Es maravilloso leer comentarios así. ¡Muchas gracias!